No sabía muy bien de qué asunto hablarles porque son muchos: que si el Nobel de la Paz lo mismo tiene que lanzar unos cuantos pepinos en Bagdag por pasar tanto de los asuntos y no rematar las faenas como es debido, que si los malditos nazis de Kiev andan molestando todo el día a los pobres rusos- ays, verdad, que es justamente al revés, se te pueden pegar cosas leyendo a tremendistas de ciertos sitios- que si Madina nos quiere arrear a todos un shock de modernidad años treinta del pasado siglo como el Pableras, que si esta noche vuelve a haber partido de España contra Chile y a ver si no hacemos el mamarracho como la última vez, etc.
Pero con ser todo eso importantísimo, el acontecimiento histórico de la semana es el que es, y punto.
Lo que pasa es que el OTRO todavía no ha sido.
Y el que ya ha sido, pese a ser una conjunción interplanetaria de esas que decía Leirejín, no ha tenido la repercusión que merece, y por eso os debo una explicación, y esa explicación que os debo, os la voy a dar.
El Lunes hizo un montón de años ya que nació la nena.
LA NENA
La ne-na na-ci-ó en Cham-be-rí, qué pa-sa.
Y como le encanta el caloruzo, toma dos tazas.
Un buen día, casi de recién llegada a su hogar, a la nena se le puso una boca de quebrado que no presagiaba nada bueno, y efectivamente, poco después abrió el buzón, profirió un sonido similar al de la sirena de los bomberos y ya no la cerró en dos años (apenas para respirar y coger nuevos ímpetus o cada vez que alguien pretendía introducir alguna sustancia alimenticia en ella, nada más,
porque tampoco dormía)
Naturalmente, los inexpertos y ojerosos padres probaron todas las recetas posibles para detener aquel horror, incluso llegaron a pensar que la criatura estaba muy malita- maldita, también- y la llevaron al médico para exhaustiva revisión porque aquello no era medianamente normal ni soportable.
Pero el médico en seguida les dio la buena noticia- según se mire- y es que, con toda la suavidad y eufemismo posible, por entonces la gente era mucho más formal y educada, les aseguró que a la nena no la pasaba nadita de nada sino que "era así", y que ajo y agua hasta que se le quisiera pasar la afición a los berridos, si acaso se les pasaba por la mente que la criatura era cabrona intrínseca se lo callaban o lo insinuaban con bastante tacto en general.
Así pues, como digo el infierno continuó para ellos y sus vecinos, en particular un señor italiano del piso de abajo al que la madre pedía continuamente disculpas y respondía "compreendo, bambiina" sin que se le escapara ningún "porca".
La nena tenía que estar casi siempre en brazos, y su santa madre la llevaba encima incluso con una nueva barriga de nueve meses, porque entonces pasaban mucho estas cosas y el escarmiento no resultó lo bastante efectivo, me llevo con mi segunda hermana catorce meses.
Porque la nena era servidora, por si hay algún despistado.
Para la otra en cambio tuvimos que esperar siete años y la cogimos todos con muchas ganas, además nació sietemesina y tuvo que estar bastante tiempo en la incubadora y lo pasamos fatal viéndola a través del cristal tan chiquitita, pero luego ha terminado siendo la más alta y la más fuerte, también la que ha ido más a su bolinga, como todos los últimos cuando los demás ya les hemos hecho todo el trabajo...
Mi madre, con todo lo buena que es, me lanzó una maldición y me dijo "ojalá tengas otra como tú", y surtió bastante efecto por cierto, pero eso sería otro capítulo y tampoco es cuestión de que me demanden.
Además, tan súbitamente como empezó, terminó la pesadilla y me volví bastante buena más allá de disfrutar rompiendo revistas.
Desde entonces, he seguido más o menos así y las iras y los llantos me los como en demasía, no sigo el refrán y me pongo ciento amarilla, ese extremo es mucho mejor para el prójimo, pero no para mis adentros, aunque alguna vez rara se desborde el cazo y entonces sea mejor correr cuando sale el morado.
Mi hermana parecía un apéndice mío más, y algunas veces eso era divertidísimo, pero otras me fastidiaba bastante y se me escapaba un manotazo para espantar al moscón; se chivaba en seguida la muy bicha, pero además de la reprimenda paterna, me la devolvía con intereses y saña, con toda la mano abierta donde pillara, o me daba pellizcos y me clavaba las uñas- yo en franca desventaja porque me las mordía- así que en ese aspecto siempre he tenido las de perder, ella siempre ha demostrado más motivación en ese particular asunto, y de hecho se peleó con medio parque de debajo de casa.
Las vergüenzas que me habrá hecho padecer el carácter tan sumamente espontáneo de esa criatura, se podría rellenar un libro entero sólo con ello, pero la que me restregará hasta la muerte un pecado es ella porque una vez la birlé una piruleta que guardaba en el cajón de nuestra mesilla y que yo tenía que ver cada vez que lo abría en constante tentación. Pasadas varias semanas, concluí que no le interesaba mucho para calmar mi conciencia, y la saboreé con fruición después de tanta tortura sufrida.
Se ve que era "mi tesoro" como el anillo para el Gollum porque cómo se puso la tía, y siempre que puede me saca la conversación.
Yo en cambio apenas le saco cositas mucho peores, por ejemplo que una vez la esperábamos para salir para el cole servidora y otros dos hermanitos, hijos de una íntima amiga de mamá con los que hacíamos el trayecto juntos, dos chicos bien parecidos, uno de los cuáles me gustaba un montón, y cuando la dijimos que viniera nos llegó su respuesta a viva voz desde el cuarto de baño, y utilizó precisamente ese gerundio que todos están pensando.
No sé qué carita se me quedaría porque soy malísima disimulando, pero lo vi todo negro por unos momentos y hubiera querido esconderme en algún sitio.
Claro que, aquello no fue nada comparado con lo que vendría poco después y de aquello ella es inocente.
La culpable fue mi tía Ofelia, la hermana menor de mi madre, que pasaba algunas temporadas en casa y sigue relacionándose con sus otras cinco hermanas pese a que de pequeña le pegaron los ojos con pegamento, entre otras muchas.
Estábamos en la piscina de nuevo los mismos del episodio anterior y llegó la hora de cambiarse los bañadores mojados para volver a casa a comer; solíamos ir al vestuario, pero alguna vez si había prisas, con cuidado mi madre nos ayudaba a hacernos unos "cambiadores" sujetándonos las toallas alrededor hasta que terminaba la rápida operación, total éramos además muy crías.
Pero pudorosas, al menos la nena, cosa que no tuvo en la menor consideración mi tita ya que mamá no estaba, y pese a que estaba teniendo doble cuidado y las estaba pasando canutas al estar en las inmediaciones el que hacía latir más aprisa mi corazoncito, observando.
Quiso la mujer ofrecerme su ayuda, siempre expedita, y para ello me dejó con el nalgatorio al aire justo en frente de la cara del mozo que en lugar de volver la cabeza se lo quedó mirando y se fue poniendo colorado; supongo que la mitad que yo, a juzgar por cómo me ardía la cara, y entonces le clavé la mirada y le espeté "qué estás mirando" con tono de odio, y él se apresuró a contestar un "nada" apenas audible.
Ni que decir tiene que al llegar a casa me tiré llorando sobre la cama como las de los folletines, llena de rabia y humillación.
Durante mucho tiempo no pude ni mirarle a la cara y mi tía me caía como el mismísimo que me vio.
Parece que con aquel todo estaba condenado desde el principio, luego perdimos casi el contacto y ya de más mayores, cada vez que coincidíamos yo recordaba aquello y él también, y los dos sabíamos que lo sabíamos, pero todavía no podíamos reírnos de ello, lo que era fuente de incomodidad.
Años después mi tita se iría de buen rollito y boquerones en vinagre con quien ahora es mi maridito y se dejó sonsacar sobre mi menda lerenda , compensando un tanto aquel entuerto.
Ahora somos amiguísimas, y como resulta que ella tampoco padece el virulento virus anticasta, y somos de una derecha rarísima en España que prefiere poner a parir al enemigo antes que cargarse a los propios a toda costa, mantenemos unas parrafadas telefónicas de aquí te espero porque nos sentimos solitas e incomprendidas por el mundo como el pollito Calimero.
El despelleje catártico lo llamo yo, los espías de Obama y del CNI deben estar todo el día haciendo porras, oye Morgan, las locas desaforadas por la dos, a ver quién suelta hoy la burrada más gorda...y seguro que apuestan por mi tita porque se sabe más insultos y más gente a la que poner pingando porque es adicta a las tertulias- las del enemigo también- y yo ya me he quitado y vivo mucho mejor, mientras que lo de ella es un estado de cabreo permanente, pero admitiendo que la amarga también le da vidilla.
Cuando suele empezar sus frases con el habitual "que Dios me perdone Maribelina lo que voy a decir, pero", ya se sabe que lo que viene es un denuesto del quince o peor, pero por ahora a lo que se ve no hemos incurrido todavía en delito.
Madre mía, cómo se pasa el tiempo hablando de las cosillas de una, se me ha ido la pinza del todo, voy a tener que saltarme mogollón de capítulos de mi vida y situarme en el momento actual donde ya ha dejado de ser especial que sea tu cumpleaños, para ser sencillamente una marranada del calendario.
Resulta que me estoy obsesionando un poquito por culpa de ciertos merluzos que cada vez que voy a hacerme una revisión rutinaria o por algún asuntillo sin importancia lo primero que me sueltan es que estoy en una edad muy mala.
Ellos están convencidos de que la bata blanca les protege y lo repiten alegremente cada vez que encuentran ocasión, aunque algunas cosas te pasaran igual cuando supuestamente estabas en una edad muy buena, ellos sabrán.
Así que ando todo el rato buscando presuntas nuevas canas o arrugas o escudriñando cualquier ínfimo cambio porque la verdad es que para alguien que nunca ha gustado de cambios salvo en nimios detalles, ni de color de pelo, ni de peinado y lleva treinta años sin cambiar de talla, pues ciertamente puede resultar un gran cambio, y nada indica que vaya a ser a mejor, salvo en saber y gobierno- también presuntamente- así que me llegan acordes de cantos de cisnes cada vez más cercanos.
Algún día me pillarán en el rato tonto y el que menos culpa tenga se llevará el premio de esa rifa, ya lo verán, ya me contarán los entendidos si estar en una edad malísima es atenuante.
Mientras tanto, unas palmaditas cariñosas y unos buenos regalitos siempre consuelan, ya saben.
Posdata: se la he colado con el título ¿eh? y sin patatas.
Los implicados en los sucesos aquí relatados están en Babia, ojito con irse de la muí o se acabaron forever los chismes...